viernes, 16 de julio de 2010

Juan y Gladis

Juan, vecino del Country Tortugas de Pilar, llegó en su Porsche Cayenne a la oficina de Gas Natural BAN del Km 50, en Pilar. Estaba allí porque su señora le insistió que fuera: "Andá Juan, porque Stella, una de las empleadas que trabaja en casa, fue a reclamar y le descontaron la mitad de lo que le había venido de gas".
Cuando lo atendieron muy gentilmente, y le dijeron que de su factura de $1.456 sólo tendría que pagar $382, Juan se apuró en pagarlos, sonriéndose hacia adentro. Salió de la pequeña oficina, cruzó la calle principal del complejo, entró al Winnery, y compró –a modo de gratificación por el descuento obtenido- una botella de cognac Remy Martin Extra, francés, añejada en roble francés de Limousin, de $1.250. Sí, tuvo que poner unos pesos más que el descuento del gas, pero pensó que total, pagaba con tarjeta. Mientras Juan cruzaba nuevamente la calle,  caminando hacia su camioneta, cruzó sus pasos con los de Gladis, vecina del barrio Río Luján, que llegaba hasta allí cansada del viaje desde su casa, de casi 2 horas; no es que su barrio esté muy lejos, no: está a unos 10 kilómetros del Village, 2 menos que el country en el que vive Juan; lo que sucede es que los colectivos (siempre los colectivos) son un estigma –uno más- en la vida de Gladis; todavía recuerda cuando hace varios años, sus vecinos cortaron la ruta de entrada a Manzanares, hartos de padeceres, para reclamarle al gobierno de Humberto Zúccaro que haga cumplir las ordenanzas, y obligue a la empresa de colectivos “Ruta Bus” que le pare a los chicos del barrio para que puedan llegar a la escuela. Quizás por tanto destrato diario, Gladis no se sorprendió demasiado cuando hace algunos años los supervisores de la empresa Corredor Americano la maltrataron por llevarse unas ramas de los eucaliptos; la empresa concesionaria había estado cortando cientos de eucaliptos para hacer la autopista Pilar-Pergamino, esa que tanto malestar causó entre los vecinos que de repente se vieron obligados a pagar nueve pesos de peaje sólo para transitar unos pocos kilómetros. Gladis necesitaba las ramas para cocinar, porque en ese entonces no podía pensar en comprar gas envasado, y obviamente, en su barrio no hay gas natural.
Aunque ni Gladis ni Juan lo supieran, los eucaliptos cortados en la vieja ruta 8 estaba allí desde hacía casi 80 años, justo cuando comenzaban a desarrollarse los robles del bosque francés con los que se harían los barriles en los que se añejaría el cognac que compró Juan.
Cuando Gladis llegó a la misma oficina de Gas Natural BAN en la que minutos antes había estado Juan, quiso averiguar dónde podía conseguir la "garrafa social", esa de $16. Se entusiasmaba pensando que ajustándose un poco, ahora que las cosas estaban mejor, podría darse el lujo de gastar ese dinero y comprar la garrafa. El entusiasmo le duró poco: la empleada de Gas Natural BAN que la atendió hizo que sintiera la misma humillación que le había hecho sentir, años atrás, el empleado de Corredor Americano, cuando juntaba ramas secas. Le dijo que ese era un “Centro Integral de Servicios” de Gas Natural, y que no tenía “ni idea del lugar en el que vendían garrafas de gas”; la despidió enseguida con un “Preguntá en la Municipalidad, que ahí deben saber”. Cuando el colectivo que tomó Gladis llegó a Pilar (al “centro histórico”), ya eran las tres y media de la tarde. La municipalidad estaba cerrada, y hacía mucho frío para seguir dando vueltas. Cruzó la plaza y se quedó contando las monedas para esperar “el Ruta Bus” que la llevaría de regreso al barrio. En la parada, dos hombres comentaban que iban a poner estacionamiento medido, porque parecía ser que el mayor problema de Pilar era el tránsito en el centro del pueblo. Gladis no entendió muy bien porqué tener un auto podía ocasionar tantos problemas, pero de todos modos se alegró por no tener uno. Mientras subía al colectivo, pensaba que si se hubiera quedado en su casa, podría haber usado esas mismas monedas, que estaba gastando en viajar, para comprarse una garrafa de diez kilos en la estación de servicio, a veinticinco pesos.